27 julio 2007

Pensamientos…

Cuando conocí la Fonoaudiologia no tenía más de 18 años. Fue exactamente cuando estaba en cuarto año medio. El sinfín vocacional que se venía por delante me hacía titubear constantemente sobre qué profesión debía elegir. Entre debates internos moralisticos y familiares, me decidí por una profesión poco “tradicional”, cuando solamente se impartía en dos universidades de nuestro país.
Sin darme cuenta, o quizá sí pero no queriendo hacerlo, me enamoré de este cautivante trabajo de la comunicación oral humana. Pero, ¿qué es lo que realmente cautiva de esta profesión? Al parecer, esta interrogante aún no tiene una respuesta determinada. Creo que ni los primeros Fonoaudiólogos de nuestro país pueden responderla.
Sin el objetivo de responder esta pregunta, o muchas otras que vienen en este momento a mi cabeza, he decidido escribir estas líneas para agradecer y dar mi humilde opinión sobre la realidad de nuestra profesión en el hoy. Llevo trabajando únicamente dos meses en escuela de lenguaje. Sin embargo, he percibido algo especial en ellas y de eso sí tengo una respuesta clara, la capacidad de trabajo en equipo y la posibilidad de educar-rehabilitar a cientos de niños con dificultades en el lenguaje.
En la jornada realizada el sábado 31 de marzo en la Universidad Andrés Bello, me dí cuenta que no era el único que sentía esto. Que éramos varios Fonoaudiólogos que sentíamos lo mismos y no sólo nosotros. También lo eran profesores, directivos, sostenedores y otros amigos que nos reunimos a debatir y compartir la realidad de nuestras escuelas de lenguaje.
¿Cuál es esa realidad? La realidad que nos permite dar a conocer que la labor que en ellas se realiza logra sus frutos pasado unos años. Que no es una tarea fácil ni de rápida solución. Que su disolución es, por decirlo menos, una aberración y, más aún, que son los niños que en ellas transitan quienes reciben el resultado de este bello trabajo transdisciplinario.
Observar formas de intervención, proyectos educativos diversos y que responden a cada realidad y la capacidad de laborar unidos es casi un nuevo respiro en tiempos que nuestros centros educativos-terapéuticos están en crisis (la educación especial la está) y en general, la educación en nuestro país.
Quiero terminar estas líneas compartiendo estos sentimientos. Los niños que habitan nuestras escuelas, que conforman los cursos, que son nuestros “clientes-pacientes” son nuestro principal motor del porqué nos reunimos, del porqué peleamos, del porqué debatimos. Este tema ya no sólo pasa por nuestra inhabilidad, sino que trasciende hacia ellos. Les invito, como profesional joven que soy, a trabajar con entusiasmo por ellos, a luchar por su rehabilitación contra viento y marea. Y, para finalizar, como siempre he dicho, hagámonos cargo y parte de esto, como ya lo está haciendo nuestro Colegio en estos encuentros y jornadas que realizan.
Seamos capaces de ser nosotros mismos los gestores del éxito, por el futuro de nuestros niños y de nuestra sociedad.


Reinaldo Salazar Martínez
Fonoaudiólogo, Universidad de Valparaíso